Origen del término
La palabra es empleada por primera vez en la literatura cristiana por Pablo de Tarso en la primera epístola a los corintios (1 Cor, 15:1), escrita probablemente en el año 57:
"Os recuerdo, hermanos, el evangelio que os anuncié, que recibisteis, y en el que habéis perseverado".
Dicho evangelio consiste, según Pablo, en "que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; que fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras; que se apareció a Pedro y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los que la mayor parte viven todavía, si bien algunos han muerto. Luego se apareció a Santiago, y más tarde a todos los apóstoles. Y después de todos se me apareció a mí, como si de un hijo nacido a destiempo se tratase".
Con el mismo sentido aparece la palabra en Mateo (4,23; 9,35) y en Marcos (1,15). Es posible que sea la traducción al griego de una expresión aramea empleada en su predicación por Jesús de Nazaret, pero no existen datos concluyentes que permitan afirmar nada al respecto. En total, la expresión "evangelio" es usada en 76 ocasiones en el Nuevo Testamento. Es significativo que sesenta de ellas tengan lugar en las cartas de Pablo, y que no exista ninguna mención del término en los evangelios de Lucas y de Juan.
Se ha especulado sobre si las comunidades cristianas helenísticas adoptaron el término "evangelio" del culto al emperador. Existe en Priene una inscripción, fechada en el año 9 a. C., en que aparece esta palabra con un sentido muy similar al que después le darán los cristianos. En cualquier caso, la palabra había sido frecuentemente utilizada en la literatura anterior en lengua griega, incluyendo la primera traducción de la Biblia a este idioma, conocida como Biblia de los Setenta.
[editar] Evangelios canónicos
Del elevado número de evangelios escritos en la Antigüedad, sólo cuatro fueron aceptados por la Iglesia y considerados canónicos. Establecer como canónicos estos cuatro evangelios fue una preocupación central de Ireneo de Lyon, hacia el año 185. En su obra más importante, Adversus Haereses, Ireneo criticó con dureza tanto a las comunidades cristianas que hacían uso de un solo evangelio, el de Mateo, como a los que aceptaban varios de los que hoy son considerados como evangelios apócrifos, como la secta gnóstica de los valentinianos. Ireneo afirmó que los cuatro evangelios por él defendidos eran los cuatro pilares de la Iglesia. "No es posible que puedan ser ni más ni menos de cuatro", declaró, presentando como lógica la analogía con los cuatro puntos cardinales, o los cuatro vientos (1.11.18) Para ilustrar su punto de vista, utilizó una imagen, tomada de Ezequiel 1., del trono de Dios flanqueado por cuatro criaturas con rostros de diferentes animales (hombre, león, toro, águila), que están en el origen de los símbolos de los cuatro evangelistas en la iconografía cristiana.
Tres de los evangelios canónicos, Marcos, Mateo y Lucas, presentan entre sí importantes similitudes. Por la semejanza que guardan entre sí se denominan sinópticos desde que, en 1776, el estudioso J.J. Griesbach los publicó por primera vez en una tabla de tres columnas (synopsis), en las que podían abarcarse de una sola mirada, para mejor destacar sus coincidencias.
[editar] Origen de los evangelios canónicos
La historia del desarrollo de los evangelios es confusa, existiendo varias teorías acerca de su composición, como se expone a continuación. Los análisis de los estudiosos se han centrado en lo que se llama el problema sinóptico, es decir, las relaciones literarias existentes entre los tres evangelios sinópticos, Mateo, Lucas y Marcos.
La teoría que ha obtenido el mayor consenso es la "teoría de las dos fuentes".
[editar] Teoría de las dos fuentes
Las diferencias y semejanzas entre los evangelios sinópticos se han explicado de diferentes formas. Una de las teorías más extendidas es la llamada "teoría de las dos fuentes". Según esta teoría, Marcos es el evangelio más antiguo de los tres, y fue utilizado como fuente por Mateo y Lucas, lo que puede explicar la gran cantidad de material común a los tres sinópticos. Sin embargo, entre Lucas y Mateo se han observado coincidencias que no aparecen en Marcos; se han atribuido a una hipotética fuente Q (del alemán Quelle, fuente) o protoevangelio Q, que consistiría básicamente en una serie de logia ("dichos" o "enseñanzas" de Jesús), sin elementos narrativos. El descubrimiento en Nag Hammadi del Evangelio de Tomás, recopilación de dichos atribuidos a Jesús, contribuye a consolidar la hipótesis de la existencia de la fuente Q.
La existencia de Q fue defendida por los teólogos protestantes Weisse (Die evangelische Geschichte kritisch und philosopisch bearbeitet, 1838), y Holtzmann (Die Synoptischen Evangelien, 1863), y desarrollada posteriormente por Wernle (Die synoptische Frage, 1899), Streeter (The Four Gospels: A Study of Origins, treating of the manuscript tradition, sources, authorship, & dates, 1924), quien llegó a postular cuatro fuentes (Marcos, Q, y otras dos, que denominó M y L) y J. Schmid (Matthäus und Lukas, 1930). Aunque para Dibelius y Bornkann pudo tratarse de una tradición oral, lo más probable es que se tratase de una fuente escrita, dada la coincidencia a menudo literal entre los evangelios de Mateo y Lucas. También se ha considerado probable que el protoevangelio Q fuera redactado en arameo, y traducido posteriormente al griego.
Si bien la fuente Q es una hipótesis de los eruditos para intentar explicar el problema sinóptico; esta colección de dichos de Jesús – también conocido modernamente como Logia – era de lectura y estudio cotidiano en la iglesia primitiva y Lucas la menciona en Hechos de los Apóstoles como “Las Palabras del Señor”. De tal forma la hipótesis de Q y de Logia adquiere sustancia.
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